sábado, 7 de mayo de 2011

ACTIVIDAD 6º.

A CONTINUACIÓN HAGO UN RESUMEN TEXTUAL DE LAS ÚLTIMAS CARTAS DE LA OBRA "WERTHER", INCLUYENDO LA NARRACIÓN DEL EDITOR AL LECTOR; NARRACIÓN QUE APARECE INTERCALADA EN EL FINAL DE LA NOVELA .


"El lunes, día 21 de diciembre, por la mañana, Werther escribió a Lotte la siguiente carta, que después de su muerte fue encontrada sellada en su escritorio y entregada. La publicaremos, aunque por párrafos sueltos, y en el orden en que, por las circunstancias, parece que la escribió.
"Estoy decidido, Lotte, quiero morir; y te lo escribo sin exaltaciones románticas, objetivamente, en la mañana del día en que te verá por última vez. Cuando tú leas estas líneas, mi amada, la fría tumba cubrirá ya los restos exánimes del desdichado que en los últimos momentos de su vida no tiene otro consuelo que estar hablando contigo. He pasado una noche terrible, pero al mismo tiempo bienhechora: en ella he consolidado, he decidido mi suerte: ¡quiero morir! Al despedirme anoche de ti, ¡qué excitación espantosa la mía, qué angustia oprimía mi corazón! Esta vida que languidece junto a ti, sin esperanza ni alegría, me llena de hielo, me da horror. Apenas llegué a mi alcoba, caí desesperado de rodillas, y, ¡oh Dios mío, tú me concediste el supremo consuelo de las lágrimas más amargas! Mil proyectos, mil decisiones me azotaban el alma, y, por fin, se impuso el único, el decisivo, el total pensamiento: ¡quiero morir! Me acosté, y,  a la madrugada, desperté sosegado al ver que se mantenía inquebrantable e intacto en mi corazón: ¡quiero morir! No es desesperación, es certeza de que ya he sufrido bastante y de que me sacrifico por ti. Sí, Lotte, ¿por qué callarlo? Uno de nosotros tres debía desaparecer; seré yo. ¡Oh amada mía! En este destrozado corazón ha anidado la tentación terrible...
¡Oh más de una vez! ... de asesinar a tu marido... luego a ti... a mí... ¡Esta alternativa prevalecerá! Cuando, una hermosa tarde de verano, subas a la montaña, acuérdate de mí, que tantas veces crucé el valle, y luego  mira hacia el cementerio, observa como el viento ondea la hierba que crece sobre mi tumba a la hora en que se pone el sol... Estaba sereno al empezar la carta, pero ahora lloro como un niño, porque todas estas imágenes se me aparecen como si las tuviera delante..."
...A eso de las diez llamó Werther a su criado, y, mientras se vestía, le dijo que iba a emprender un viaje que duraría varios días...
...A eso de las cinco llegó a su casa... probablemente, escribió el siguiente párrafo de su última carta a Lotte:
"No me esperes; crees que seré obediente y no te volveré a ver hasta Nochebuena. ¡Oh Lotte! Hoy o nunca. El día de Navidad tendrás este papelito en la mano, temblarás y lo bañarás con tus preciosas lágrimas. ¡Quiero... es preciso! ¡Oh qué contento estoy de haberme decidido!"
Entretanto, Lotte se hallaba en una extraña situación. Tras la última conversación con Werther, había comprendido cuánto le habría de costar separarse de él, cuánto sufriría Werther si tenía que separarse de ella. ...
...Lotte estaba sola, no había cerca de ella ninguno de sus hermanitos, y sosegadamente se abandonó a pensar en su situación y en la de los que la rodeaban. Se vio enlazada para siempre con un hombre de cuyo cariño y fidelidad podía estar segura, a quien amaba de todo corazón, cuyo apacible carácter y cuya rectitud parecían haber sido creados por Dios para que una mujer honrada cimentara en ellos la felicidad de su vida; Lotte presentía lo que este hombre había de ser siempre para ella y para sus hijos. Pero, por otro lado, había llegado a tener tanta estima por Werther, y, desde el día en que se conocieron había sido tan evidente el acuerdo de sus caracteres y el trato con él tan armonioso, que cada situación vivida había dejado una huella inextinguible en su corazón. Estaba acostumbrada a compartir con él todo lo que encontraba interesante, todo lo que pensaba y sentía, de tal manera que el alejamiento de Werther amenazaba abrir en ella un vació que no volvería a cerrarse jamás. ¡Oh, si en aquel momento hubiese podido convertirlo en hermano! ¡Qué feliz habría sido! Si hubiese podido casarlo con alguna de sus amigas, habría podido esperar también que se mejoraran las relaciones entre Albert y él. ...
... Y tras estas reflexiones vino a descubrir en su interior, sin atreverse a confesarlo, que el secreto deseo de su corazón era guardarlo para sí misma; y, no obstante, se dijo que no podía, no debía retenerlo; su ánimo, puro y encantador, siempre tan alegre y dispuesto a salir de las dificultades, sintió el peso de la melancolía ante la cual quedaba atajada toda perspectiva de felicidad. Tenía el corazón oprimido, y una nube obscura le cubría la vista.
Entretanto, se había hecho tarde; serían las seis y media cuando oyó que Werther subía la escalera; reconoció en seguida sus pasos y su voz, que preguntaba por ella. ¡Cómo se le alteró el corazón, y casi podemos asegurar que por primera vez, con su llegada! Habría querido que dijeran que no estaba en casa, y, en cuanto le vio entrar, le arrojó estas palabras con una especie de desconcierto apasionado: "No has cumplido  tu palabra". "No prometí nada", contestó él. "Por lo menos -añadió ella- hubieras tenido que obedecer a mis súplicas; te lo pedí por tu paz y la mía."...
..."¿No tienes nada para leer?", le dijo. No, no había traído nada. "Allí, en mi cajón -continuó ella- , está tu traducción de algunos cantos de  Ossian; todavía no los he leído, porque esperaba siempre que algún día los oiría leer por ti; pero todavía no habíamos encontrado el momento." Werther sonrió, fue en busca de los cantos; se estremeció al sacarlos, y le asomaron las lágrimas al ir a hojearlos. Se sentó y leyó...
Un torrente de lágrimas que escapó de los ojos de Lotte como para desahogar la angustia de su corazón interrumpió la lectura de Werther. Este dejó el papel, le tomó la mano y lloró amargamente. Lotte, apoyándose en la otra mano, escondía sus ojos en un pañuelo. La emoción de ambos era terrible. En el destino de esos nobles infortunados sentían su propia desdicha; la sentían juntos y sus lágrimas se unieron.
"¿Por qué me despiertas, brisa de primavera? Me acaricias y dices: cubro de roció la tierra, pero se acerca el momento de mi desaparición, se acerca la tormenta que habrá de deshojarme. Mañana vendrá el caminante que me vio en toda mi belleza, me buscará por los alrededores pero no me hallará."
Toda la fuerza de estas palabras pesó abrumadoramente sobre los desventurados. Werther, en su ardiente desespero, se arrodilló a los pies de Lotte, tomó su mano y oprimió con ella sus ojos y su frente. Un presentimiento de su funesto propósito cruzó el alma de Lotte; perdiño el tino; estrechó las manos de Werther, las estrechó contra su pecho, se inclinó hacia él en un arranque de nostalgia; sus mejillas se rozaron. El mundo desapareció para ellos. Werther la enlazó con los brazos, la estrechó contra su pecho y cubrió con apasionados besos los labios trémulos y balbuceantes. "Werther -dijo ella con voz apagada, retirándose- , "¡Werther!", exclamó con el acento decidido del más noble sentimiento. Él no resistió, la dejó escapar de entre sus brazos, y, en un arrebato de desvarío, se arrojó a sus plantas. Lotte se puso de pie, y, con el mayor trastorno, temblando entre el amor y la indignación, le dijo: "Ha sido la última vez, Werther, no volverás a verme." Y dirigiendo una intensa mirada de cariño al desdichado, se retiró de la habitación contigua y cerró la puerta tras de sí. Werther extendió los brazos, pero no se atrevió a detenerla. ...
..."¡Adiós, Lotte! ¡Adiós para siempre!"...
...Acostóse y durmió largo rato. Cuando, a la mañana siguiente llamó al criado para que le entrara el café, éste le encontró escribiendo. Añadió lo siguiente a la carta que había escrito a Lott:
"Por última, última vez, abro estos que, ¡ay!, ya no han de ver más el sol; un día encapotado y nuboso los cubre. Llora, pues, Naturaleza; tu hijo, tu amigo, tu enamorado, se acerca a su fin. ¡Lotte! Es una sensación sin par, algo así como un sueño obscuro, la de decirse: ¡He aquí la última mañana! ¡La última! Lotte, no alcanzo a comprender la palabra: última. ¿No estoy aquí en pie, con toda mi fuerza? ¡Y pensar que mañana yaceré inerte en el suelo! ¡Morir! ¿Qué significa esto? Soñamos cuando hablamos de muerte. He visto morir a varios; pero los humanos son tan limitados que no alcanzan a comprender que pueda haber principio y fin a su propia existencia. Todavía soy yo mismo, tuyo, ¡sí, tuyo amada mía! Y estar un momento... separados, alejados... Parecer, desaparecer, ¿qué significa esto? ¡Sólo son palabras! Un eco vano que no tiene sentido para mi corazón obscuro...
...¡Oh, perdóname, perdóname! ¡Ayer! Debió ser el último instante de mi vida. ¡Ángel mío! Por primera vez... por primera vez sin la sombra de la duda, cruzó mi alma la convicción deliciosa: ¡me ama!, ¡me ama! Arde todavía en mis labios aquel fuego sagrado que fluía de los tuyos; mi corazón se llena de nuevas y ardientes delicias. ¡Perdóname, perdóname!
"¡Ah!, sabía que me amabas, lo que con tu primera mirada en que se reflejaba tu alma, lo supe cuando por primera vez me estrechaste la mano; y, no obstante, cuando me alejaba de ti, cuando te veía al lado de Albert, volvían mis febriles dudas. ...
...A eso de las once, Werther preguntó a su criado si Albert había regresado. El mozo le contestó que sí, que había visto regresar su caballo. Entonces, el amo le dio un billete abierto, con el siguiente contenido:
"¿Querrás prestarme tus pistola para un viaje que tengo proyectado? Te deseo salud, adiós."
La pobre mujer apenas había dormido la noche anterior; lo que temía había sucedido, pero sucedió de una forma que ella no podía sospechar ni temer. Su sangre, que hasta entonces había fluido tan pura y sosegada, se hallaba ahora en su agitación febril; mil sentimientos diversos destrozaban su hermoso corazón. ¿Era el fuego de los besos de Werther que sentía en su pecho? ¿Era enojo por su audacia? ¿Era una comparación desalentadora de su actual situación con aquellos días de alegre y franca inocencia y de confianza consigo misma? ¿Cómo salir al encuentro de su marido? ¿Cómo informarle de una escena que podía confesarle perfectamente y que, no obstante, no se atrevía a confesarse a sí misma? ¡Se habían guardado tanto tiempo silencio el uno al otro! ¿Debía ser ella la primera en romperlo y hacer a su esposo esta confidencia inesperada, en un momento tan poco oportuno?... Todo eso la preocupaba y la situaba en una perplejidad cruel, pero sus pensamientos volvían a recaer en Werther, al que había perdido definitivamente...
Lotte misma, en ese momento,  no alcanzaba a comprender el abismo que se había abierto entre su marido y ella. ...
Permanecieron así una hora, sentados uno al lado de otro. A lotte se le fue ensombreciendo el ánimo. Sentía cuán difícil le habría de ser confesar a su marido, incluso en un momento de extremo buen humor, aquello que le oprimía el corazón; recayó en un estado de melancolía, tanto más angustioso cuanto que trataba de ocultarlo y tragarse las lágrimas.
La llegada del criado de Werther la puso en el mayor apuro; el muchacho entregó el billete a Albert, el cual dirigiéndose tranquilamente a su esposa, dijo: "Dale las pistolas. Y dile que le deseo buen viaje", añadió volviéndose hacia el criado. A Lotte le pareció que se le venía el mundo encima; no se decidía a levantarse, no sabía lo que hacía. Poco, a poco, se dirigió a la pareded; estaba temblando; descolgó las pistolas, les quitó el polvo... pero titubeaba; y no se hubiese decidido a entregarlas al muchacho si Albert no la hubiera obligado con una mirada interrogativa. Dio los fatales instrumentos al criado si poder pronunciar una sola palabra...
El criado llegó con las pistolas a casa de Werther, quien las tomó encantado cuando oyó que venían de  manos de Lotte... Se sentó a escribir:
"Pasaron por tus manos; tú les has quitado el polvo; yo las beso mil veces, porque tú las has tomado. Tú misma ángel del cielo, me facilitas mi decisión. Tú, Lotte, me entregas el instrumento; tú de cuyas manos deseo recibir la muerte y ¡ay!, en efecto, la recibo. ...
"Wilhelm, he visto por última vez el campo, el bosque y el cielo, ¡Adiós, tú también! ¡Querida madre, perdóname! ¡Consuélala, Wilhelm! ¡Dios os bendiga! Todas mis cosas están en orden. ¡Adiós! Nos volveremos a ver, y más felices."
"Me he portado mal contigo, Albert, y tú me perdonas. He destruido la paz de vuestro hogar, he despertado desconfianza entre vosotros. ¡Adiós! Voy a poner fin a todo eso. ¡Quisiera Dios que con mi muerte fuerais felices! ¡Albert, Albert, haz feliz a ese ángel, y Dios te bendiga y te lo pague!"
Después de las once.

"Todo está silencioso en torno a mí; y mi alma, sosegada. Gracias, Dios mío, por darme en estos últimos momentos tanto calor y tanta fortaleza. ...
Y ahora, Lotte, no me estremezco al empuñar el frío y terrible cáliz del que tengo que apurar la embriaguez de la muerte.... ¡He llegado al final de todo, de todo!...
"Lotte, quiero que me entierren con la ropa que llevo puesta: tú la tocaste, la santificaste; así lo he suplicado también a tu padre...Deseo que no me registren los bolsillos. Aquel lazo color de  rosa que tú llevabas en el pecho el día en que te vi por vez primera entre tus hermanitos...
Está cargada... dan las doce... ¡Ea, pues! ¡Lotte! ¡Adiós, adiós!"
Un vecino vio el fogonazo y oyó el estallido; pero como todo volvió a quedar tranquilo, no le dio importancia.
Por la mañana, a las seis, entró en criado con la luz; halló en el suelo a su amo, la pistola y sangre. Lo llamó, lo sacudió, no respondía; sólo se oyó un ronco estertor. Corrió en busca de un médico, de Albert. Lotte oyó la campanilla, y un temblor se  apoderó de todos sus miembros. Despertó a su marido, y saltaron de la cama; el criado, llorando y tartamudeando, les dio la noticia; Lotte cayó desmayada a los pies de Albert.
Cuando el médico llegó junto al desventurado, le halló en el suelo, sin remedio; el pulso aún latía, pero los miembros estaban ya paralizados. Se había disparado en la sien, y se había echo saltar los sesos. Sin embargo, le abrieron una vena del brazo; corrió la sangre, siguió respirando. ... Le hallaron... totalmente vestido y calzado, con su frac azul y su chaleco amarillo. ...
Al saber la noticia, el anciano apoderado acudió precipitadamente, y besó al moribundo llorando con cálidas lágrimas. Los mayores de sus hijos llegaron poco después, a pie; cayeron junto a la cama, dando muestras del más vivo quebranto, le besaron las manos y la boca, y, el mayor de todos, al que Werther siempre había preferido, estuvo pendiente de sus labios hasta que falleció; le tuvieron que arrancar de allí a la fuerza. Expiró a las doce del mediodía. La presencia y disposiciones del apoderado evitaron un alboroto. Por la noche, a eso de las once, se le sepultó en el lugar que él había elegido. El anciano y sus hijos siguieron el cadáver; Albert no pudo. Se temía por la vida de Lotte. Unos obreros llevaron el cadáver. No le acompañó ningún sacerdote.







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